Paula
Vizcaíno Sánchez. Fisioterapeuta del CDIAT de APSA. Alicante.
En
el entorno físico:
-
Ambiente tranquilo
y sin exceso de estímulos, sobre todo cuando se trata de bebés hipersensibles,
pues es posible que el bebé reaccione arqueándose, volviendo la cara,
regurgitando o haciendo alguna deposición. El bebé sabe cuidar de sí mismo y
cuando se cansa emite señales de desesperación, cada sistema de su organismo
está diciendo “estoy sobrecargado”. Dependiendo de la edad y pero también del
temperamento y madurez del bebé podremos ofrecerle uno o más estímulos a la
vez: cuanto más pequeño sea, más dificultad tendrá para procesar varios tipos
de información simultáneamente, hacia los 3 meses, habitualmente se le puede
dar más estímulos a la vez: le podremos tocar, mover, mirar, hablar, poner
música. Es muy importante no caer en la sobreestimulación.
-
Luz tenue: debemos
tener precaución con la luz del techo que puede haber en la habitación (o p.ej.
en el cuarto de baño), a veces el niño gira constantemente la cabeza a un lado
si la luz es excesivamente fuerte, lo que provocará una pérdida de contacto
visual con la madre, otras, queda “prendado” del estímulo luminoso, perdiendo
también en esta situación el contacto ocular con el adulto.
-
Temperatura
cálida: para que el niño no se tense, poder recrearnos el tiempo necesario, que
las manos de la mamá estén calientes, que se pueda hacer sobre la piel y sin
miedo a que el niño se enfríe.
-
Se puede hacer a
cualquier hora del día según nuestro objetivo sea más estimulante (por la
mañana) o más relajante (por la tarde-noche). Para ello debemos tener en cuenta
el ciclo circadiano de liberación de ACTH, cuyo pico máximo se encuentra por la
mañana y es menor hacia la tarde-noche.
En
el adulto encargado:
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Posición cómoda:
una postura relajada transmite relajación y al mismo tiempo también permitirá
hacer una adecuada escucha.
-
Manos calientes.
-
Predispuesto
para hacerlo: no debe ser una rutina mecánica sino un momento de placer también
para él. De lo contrario, tan pronto como el adulto se distrae mental o
emocionalmente con otras cosas, el bebé se inquieta.
-
Receptivo: el
adulto también debe estar centrado en las respuestas que le ofrece el niño.
Cuando el masaje es sobre todo comunicación, a nadie le gusta hablar con otro y
darse cuenta de que no está en la conversación.
En
el niño:
-
Predispuesto a
recibirlo: sólo puede dársele en la medida en que él está de acuerdo, ningún
bebé admite el masaje por el mero hecho de que es bueno para él.
-
Receptivo:
cuando son muy pequeñitos debemos realizarlo en lo que se considera estado 4 en
la Escala Brazelton:
en estado de vigilia, bien despierto, con la carita iluminada, los ojos
brillantes demostrando total receptividad. Si se mueve, lo hace de forma
contenida, con suavidad. Su respiración debe ser ajustada al estímulo: si es
excitante la respiración es profunda, si es negativo, se vuelve leve y rápida.
Su disposición a responder debe advertirse en su cara y en todo su cuerpo, todo
debe comunicar interés y atención.
-
En posición
agrupada: una actitud corporal que lo dirige a la esfera de comunicación, pues
todas las actividades de observación, manipulación, creación y relación tienen
lugar en la parte anterior del cuerpo. La posición agrupada es una posición de
bienestar motor, psíquico y social. Sin embargo, en todas las molestias y
patologías infantiles el niño no se enrolla sino que va a la posición inversa,
en “extensión”: cabeza y brazos proyectados hacia atrás, boca abierta, espalda
cóncava. La edad del niño, y por tanto sus posibilidades de mantenerse con la
cabeza en línea media, no debe ser impedimento para lograrlo, debemos usar
elementos como una toalla enrollada o el hueco de nuestros pies para
proporcionarle la estabilidad necesaria.
-
Entre toma y
toma, nunca recién comido ni con el estómago vacío (por el malestar de tener
hambre).
Para terminar...
-
Entendemos que lo
importante es ser tocado, pero si queremos desarrollar al máximo el potencial
del masaje infantil, además de tener en cuenta las condiciones descritas
anteriormente, debemos reconocer una direccionalidad precisa que
favorece la estructuración motriz y psíquica del niño, equilibrándolo.
-
El masaje infantil no
debería contrastar con el error frecuente de hacer de forma rápida y mecánica
los gestos fundamentales mediante los cuales nos relacionamos con el bebé:
darle de comer, vestirlo y desvestirlo, cambiarle el pañal, bañarle... Desde
que el niño nace, estas actividades requieren un tiempo considerable. Parecen
sencillas, pero contienen una gran riqueza y oportunidad de interacción,
podemos y, desde nuestro punto de vista debemos, incluirlas en nuestra maleta
de utensilios de “prevención e intervención” siempre y cuando se encuentren
bajo los requisitos previos de conocimiento del gesto justo en el desarrollo
motriz, psíquico y social y teniendo presentes las diferencias individuales.
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