Las
cifras nos indican que entre un 3 y un 5% de los niños en edad de escolarización
están diagnosticados de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
Pese al gran número de escolares que presentan estos rasgos de hiperactividad
infantil, no hablamos de un conjunto compacto de conductas y dificultades que
se repiten en la totalidad de los afectados; sino que nos encontramos ante un
grupo muy heterogéneo, donde varían los síntomas de un niño a otro. Aún así
sabemos, gracias a las constantes investigaciones clínicas, las áreas en las
que se concentran sus dificultades: problemas conductuales, dificultades
cognitivas, problemas escolares, alteraciones en el ámbito social y problemas
emocionales.
En este artículo nos centraremos en
los últimos, puesto que el TDAH implica un alto riesgo de afectar negativamente
a la autoestima y a la competencia personal del niño, debido a las
frustraciones y fracasos que acumulan diariamente.
La autoestima de los
niños con TDAH.
Al hablar de autoestima hacemos
referencia a la visión que tenemos de nuestra valía personal. Esta se construye
sobre los pensamientos, sentimientos y experiencias que tenemos a lo largo de
nuestra vida. Es por ello que la construcción de un buen autoconcepto en la
infancia es esencial para el óptimo desarrollo psicológico, social y laboral
del adulto. Pero ¿qué pasa en los niños con TDAH?
Supongamos que somos un niño con estas dificultades,
¿cuál sería nuestra realidad diaria? En el centro de estudios se nos
reprocharía la conducta, no finalizar las tareas o llevarlas atrasadas, olvidar
el material, distraernos, levantarnos del asiento…Una vez
llegáramos a casa,
nos encontraríamos con reprimendas y castigos por lo acontecido durante el día
en el colegio; además de riñas por falta de colaboración en las tareas
domésticas, etc. Todo ello implica la presencia constante de castigos, quejas y
reprimendas por parte de nuestras figuras de referencia.
Este tipo de reacciones por parte del
adulto conlleva una frustración crónica que desemboca en una autopercepción
negativa del niño, que se va viendo reforzada por las constantes reprimendas y
mensajes negativos que recibe de su entorno. En resumen, el niño acaba viéndose como los demás le dicen que es.
Señales de baja
autoestima en niños con TDAH
El bajo nivel de autoestima se puede demostrar de varias maneras en
niños que presentan TDAH: - Mostrarse desafiante o prepotente a la hora de realizar alguna actividad que nosotros sabemos que le resulta difícil. Es muy común que digan frases como “Esto es una tontería, no lo pienso hacer”, “A mi no me hace falta hacer estas cosas”, etc. En estos casos, el niño puede estar enmascarando su inseguridad.
- Intentar evitar aquellas tareas que le cuestan realizar sin expresar abiertamente aquello que le cuesta. Intenta dejar las tareas para más tarde o para otro día.
- Tiene un discurso negativo o derrotista hacia él mismo “Soy malo”, “No puedo, haga como lo haga no voy a aprobar”…
- Evita ir a excursiones o a otros lugares donde se puede encontrar con compañeros de su clase.
- Observamos que no lo invitan a los cumpleaños de los compañeros de clase.
- Presenta cambios de humor o se muestra especialmente irascible o enfadado.
Como
hemos comentado anteriormente, se trata de un grupo muy heterogéneo y no
siempre que se presenten estas señales estaremos ante un déficit de autoestima
en nuestros hijos. Si bien es cierto que son señales de alerta que nos pueden
estar indicando que algo no va bien.
¿Qué puedo hacer para mejorar la
autoestima de mi hijo?
Para trabajar la autoestima de nuestro
hijo con TDAH podemos seguir unas pautas sencillas que, aplicadas de manera
diaria, crearán las bases en la formación de un autoconcepto positivo:
- Sustituir el “SER” por el “ESTAR” cuando nos refiramos a él de manera negativa. Esto significa cambiar el “ERES un vago” por “Hoy ESTÁS muy vago”.
- Reforzar inmediatamente tras realizar un trabajo. Debemos recordar a nuestro hijo lo que valoramos que se esfuerce en trabajar, lo bien que lo está haciendo y lo orgullosos que estamos de él.
- Apoyar e incentivar las actividades que más le motiven y se le den bien.
- Otorgarle responsabilidades especiales además de las que ya posea en casa: ayudar a hacer la cena (poner ingredientes en una pizza o en la ensalada, etc), regar una planta, planificar una día de fin de semana, etc.
- Fomentar las oportunidades para que nuestro hijo establezca contactos sociales con sus compañeros como ir al parque, ir a los cumpleaños, etc.
- Si nuestro hijo no consigue integrarse en el aula, podemos buscar grupos como “Scouts”, de esta forma ampliaremos su círculo social.
- Supervisar el comportamiento de nuestro hijo mientras juega con otros niños intentando moldear y modelar las conductas ante las confrontaciones.
- Ensayar en casa las habilidades sociales.
- Es interesante que nuestro hijo empiece a practicar algún deporte que sea de su agrado. Algunos de los deportes más recomendados para los niños hiperactivos son: natación, waterpolo, rugby, baile o taekwondo.
- Realizar un tablón de los logros, poniendo todo aquello en lo que hemos mejorado.
- Realizar actividades lúdicas en familia.
Bibliografía consultada:
Méndez,
F.X., Espada, J.P. y Orgilés, M. (2006). Intervención psicológica y
educativa con niños y adolescentes. Estudio de casos escolares. Madrid:
Pirámide.
Moreno,
I. (2008) Hiperactividad Infantil: Guía de actuación. Madrid: Pirámide.
Perellada,
M. (2009) (Coord.). TDAH. Trastorno por déficit de atención e
hiperactividad. De la infancia a la edad adulta. Madrid: Alianza Editorial.
Autora: Mari
García (Técnico en Intervención Infanto-Juvenil en CRAE San Vicente del
Raspeig).