El ser humano, como ser social, llega a ser
quien es gracias a la interacción con los demás. Las personas comienzan a desarrollar
su personalidad en la infancia, gracias a las enseñanzas que reciben de la
familia, la escuela y el entorno que les rodea. En sociología, este proceso se
denomina socialización. Uno de los aprendizajes fundamentales en el proceso de
socialización es el aprender a comportarse bien como un niño, bien como una
niña.
Antes de analizar cómo se realiza este
aprendizaje, es necesario distinguir dos términos que a menudo se utilizan de
manera intercambiable: sexo y género. La OMS define «sexo» como las
características determinadas biológicamente; mientras que el concepto «género»
describe las características sociales y culturales asociadas de manera
diferenciada a hombres y mujeres (OMS, 2002). El género depende de la sociedad
en la que se desarrolla: lo que se considera femenino o masculino varía de un
país a otro y de una época histórica a otra. Por ejemplo, hasta el siglo XVIII
en Europa, los hombres de alto estatus utilizaban maquillaje y tacones,
elementos que hoy están asociados a lo femenino.
El género se aprende a través de la
socialización diferenciada, interiorizando aquellas normas, comportamientos y
cualidades que corresponden a lo que en el momento histórico y social se
considera adecuado para el género masculino o para el género femenino.
- ¿Qué pasa cuando los comportamientos se alejan de lo convencional? Aquellas personas que no encajan en los roles habituales son reprendidas por su comportamiento fuera de la norma social. En ocasiones, se intenta reconducir su comportamiento para que se ajuste al rol tradicional, como sucede con los niños que son reprendidos por jugar con muñecas, y las niñas al querer jugar al futbol. En casos extremos, pueden llegar a recibir insultos o sufrir agresiones.
- ¿Qué sucede cuando se perpetúan los roles tradicionales de género? Dice Marina Subirats (1999) «A los niños aún se los educa para poder ejercer la violencia, como si tuvieran que enfrentarse diariamente a terribles peligros físicos. Y a las niñas aún se las educa en la atención a su belleza, como si su futuro siguiera dependiendo de sus posibilidades en el mercado matrimonial». Encontramos un ejemplo de reproducción de estereotipos en la elección de disfraces por parte de niñas y niños: princesas para ellas, superhéroes para ellos. Mientras lo femenino se asocia con la delicadeza o la belleza; lo masculino se identifica con la fuerza, la valentía o la aventura. Estas cualidades favorecerán en los niños varones actitudes de liderazgo, mientras las niñas tenderán a reproducir roles subalternos.
- ¿Cómo se reproducen estas diferencias? A menudo, nos preocupamos más por señalar y agrandar diferencias que por identificar similitudes. Constantemente catalogamos juguetes como «de niño» o «de niña», tendemos a hacer equipos de niños contras niñas, o en los deportes se crean dos ligas, femenina y masculina. Un espacio característico por la segregación espacial del juego es el patio del colegio. Allí los niños juegan al fútbol en una cancha ocupando la centralidad y la mayor parte del espacio, normalmente con escasa participación de niñas. Éstas suelen utilizar el recreo para relacionarse en rincones o en bancos del patio. Esto predispone a los niños varones a asumir la centralidad del espacio y a reconocerse como protagonistas, mientras las niñas normalizan el verse relegadas. No obstante, estas diferencias se encuentran en un proceso activo de cambio.
- ¿Cómo nos perjudica esta diferencia de género? La distinción de género no sólo implica diferencia, sino que ésta se traduce en desigualdad. El problema no es sólo que se otorguen papeles diferentes a niños y niñas, sino que, en este desigual reparto, las niñas salen peor paradas.
- Durante la infancia, las niñas comienzan a infravalorar sus capacidades. Según un estudio publicado en Science en 2017 (http://science.sciencemag.org/content/355/6323/389/tab-pdf), a los 6 años las niñas muestran menos tendencia a considerar a las chicas como «muy inteligentes»; y están menos dispuestas a participar en actividades para «personas muy listas». Sin embargo, las niñas se estiman capaces de obtener notas altas, pero considerándose más trabajadoras que inteligentes por ello. Esto refleja, como señala Christia Brown (2014), la tendencia del profesorado y progenitores a atribuir las buenas notas al esfuerzo de las niñas, pero a una habilidad natural en los niños.
- Durante la adolescencia, se incrementan los problemas relacionados con la desigualdad de género, como la dureza de los cánones de belleza para las jóvenes, o la desigualdad en relaciones afectivas. Esta última puede derivar en formas de violencia de género, cobrando protagonismo conductas de control a través de las tecnologías.
La transmisión de una cultura y valores
igualitarios es una herramienta fundamental para erradicar el sexismo, que se
puede conseguir a través de:
- Corresponsabilidad. En el hogar, es necesario integrar tanto a niñas y como a niños en el cuidado y la corresponsabilidad de las tareas. Dependiendo de la edad y circunstancias, podrán asumir pequeñas tareas o acompañar a las personas que las realicen. Así, comprenderán la importancia de estas actividades y asumirán que son responsabilidad de toda la familia.
- El papel de la escuela. Muchos centros incluyen en sus agendas formaciones en igualdad, pero se traducen en dos sesiones anuales que no resultan suficientes para transformar la realidad del alumnado. Es necesario diseñar un Plan Integral de Igualdad en los centros educativos, en el que participe toda la comunidad educativa, empleando la perspectiva de género para estudiar en profundidad cómo se reproducen las desigualdades y poder desarticular esas raíces para establecer relaciones justas e igualitarias. También resultaría conveniente introducir la figura de agente de igualdad en los centros educativos como miembro de los equipos de orientación o de educación no formal.
- Apoyar a las personas en edad escolar. Es importante valorar las actividades que realizan y rescatar referentes en los que puedan identificarse, pero también alentar los lazos de amistad entre ambos. Estas amistades a veces se ven perjudicadas en el caso concreto del sexo femenino, por el ideario común que reproduce estereotipos como el de “la arpía”, “la manipuladora” o “la envidiosa”, que transmiten misoginia y minan el apoyo entre amigas.
En definitiva, educar en libertad, reforzar
la autoestima y la confianza, transmitir el respeto y el trato igualitario
hacia los demás, es la mejor forma de construir la convivencia.
Autoras:
Irene Crespo (Socióloga) y Laura Romero (Politóloga, Máster
en estudios de género. Agente de igualdad en IES Rafael Alberti en Madrid)
AUDIOVISUALES
BIBLIOGRAFÍA
- BROWN, C. S. (2014). Parenting Beyond Pink and
Blue
- ESPINOSA BAYAL, Mª A. (2007). «La
construcción del género desde el ámbito educativo: una estrategia preventiva».
Madrid: Universidad Autónoma de Madrid.
- GIDDENS, A. (2014). Conceptos esenciales de
Sociología. Madrid: Alianza Editorial.
- OMS (2002). Política de la OMS en materia de
género. Ginebra: OMS
- SHAFFER, D. R. (2002) Desarrollo social y de
la personalidad. Madrid: Thomson