Autora: Pilar
Estévez Casellas, Terapeuta de APSA.
Sin duda, no
existe una forma única de criar a un hijo(a) con adecuados patrones de sueño.
Además, la mayoría de los niños(as) tienen la habilidad de descansar bien y
resolver cualquier dificultad que surja al respecto. Para favorecer este hecho, la clave es
establecer, desde una temprana edad, patrones saludables para dormir como ya
vimos en los artículos anteriores.
Debemos tener en
cuenta que, de acuerdo con la Asociación Española de Pediatría de Atención
Primaria (AEPAP), en los infantes pueden aparecer unas alteraciones
del sueño que son de naturaleza transitoria, ya que desaparecen
durante la adolescencia.
A estas
alteraciones se las llama “parasomnias”, son
fenómenos molestos que ocurren durante el sueño, como el sonambulismo, los
terrores del sueño y las pesadillas. A
continuación, os comentamos en que consisten estos trastornos exactamente para
facilitar que podáis identificarlos en el caso de sufrirlos vuestros hijos:
-Pesadillas: suelen aparecer en niños de 3-6 años y ocurren al
final de la noche.
Las pesadillas ocurren frecuentemente durante
períodos de cambio, estrés o simplemente modificaciones en la rutina del niño. Se producen en la llamada fase “MOR”, que significa, movimientos oculares rápidos, cuando
no hay movimientos corporales (el tono muscular está inhibido). Al no ocurrir durante
el sueño profundo del
niño/a, este se despierta y es capaz de recordar lo que ha soñado, que le ha
asustado, o al menos intranquilizado.
Es recomendable
relajar al niño, dándole seguridad y cariño y explicándole que sólo ha sido un sueño
desagradable.
Lo habitual es
que las pesadillas vayan desapareciendo de modo espontáneo sin requerir ningún
tipo de atención especial. Aun así, os podemos recomendar algunas cosas de cara
a afrontarlas, por ejemplo estimular al niño a hablar sobre lo ocurrido en la
pesadilla para descubrir si hay alguna preocupación que posee y debe ser
solucionada. También, mostrarle imágenes agradables antes de que se duerma, y
evitar que vea la televisión antes de acostarse.
Los objetos, como
los muñecos de peluche, y las mantas, también pueden ayudar a que su hijo(a) se
sienta tranquilo y seguro al irse a la cama.
-Pavor o
Terror Nocturno: suelen darse en niños de 4-12 años y ocurren en la primera mitad
de la noche.
El niño/a, habitualmente,
llora, grita, habla o balbucea incorporándose en la cama,
o saliendo de ella y muestra un intenso miedo reflejado en su cara y los ojos abiertos.
No responde a los
estímulos y no es capaz de reconocer a nadie porque, a pesar de las
apariencias, continúa profundamente dormido. Resulta muy difícil despertarlo y,
como en el caso del sonambulismo, si se realiza, se mostrará totalmente desorientado
y sin entender qué ocurre. Lo adecuado es no despertarle y reconducirle suavemente
a la cama si se ha salido de ella.
Los episodios de miedos
nocturnos son muy breves y asustan más a los padres y hermanos, que a quienes
los viven, que habitualmente no recuerdan el episodio.
-Sonambulismo: ocurre con más frecuencia entre los cuatro y ocho
años de edad y suele producirse temprano en la noche.
En el episodio de
sonambulismo se realizan conductas o movimientos que se han aprendido durante el
día, por ejemplo, lavarse las manos, abotonarse...
Lo más común es que el
niño/a sonámbulo se siente en la cama y realice movimientos extraños,
como tantearse la ropa o restregarse los ojos; luego se levante y camine con
torpeza y con la mirada ausente.
En los episodios, el niño
camina sin ser consciente de lo que le rodea, puede gritar o salir de casa,
mantiene los ojos abiertos y es capaz de responder a preguntas sencillas.
Puesto que aparece en la fase de sueño profundo, es muy difícil despertarle y
raramente el niño recuerda lo sucedido al despertar.
Lo más recomendable es no
intentar despertarle; en todo caso, es mucho mejor quitar de su camino objetos
que puedan hacerle daño, cerrar con seguro puertas y ventanas,
no permitirle dormir en la parte superior de una litera y simplemente
reconducirlo suavemente a su cama.
Dormir lo
necesario para el niño es de importancia vital para reducir la frecuencia de
los terrores nocturnos y el sonambulismo.
De todos modos,
si le preocupan los patrones de sueño de su hijo(a) es importante que consulte
con su pediatra o un especialista.