Autora: Paula
Vizcaíno Sánchez. Fisioterapeuta del CDIAT de APSA.
Cualquier intervención
planteada en Atención Temprana debe contextualizarse dentro de su marco de referencia
principal; en la actualidad, sin duda, el Libro Blanco de la Atención Temprana,
en el cual me apoyo para presentar el masaje del bebé como una técnica de
prevención e intervención en las primeras etapas.
La nueva concepción de la Atención Temprana
se expresa como un conjunto de intervenciones dirigidas a la población
infantil de 0-6 años, a su familia y al entorno, y cuyo
objetivo es que los niños que presentan trastornos en su desarrollo o tienen
riesgo de padecerlos reciban, siguiendo un modelo que considere los aspectos
bio-psico-sociales, todo aquello que desde la vertiente preventiva y asistencial pueda potenciar su
capacidad de desarrollo y bienestar (Libro Blanco de la Atención Temprana,
2000).
Dentro de la vertiente
preventiva de la
Atención Temprana podríamos incluir el masaje infantil como
herramienta de prevención primaria, entendiendo ésta como todas las estrategias
que se ponen en marcha antes de que aparezca el trastorno y que se aplica en la
población general. Dicho carácter preventivo no sólo estaría centrado en el
individuo objeto de la intervención, constituiría también una intervención
ecológica al actuar sobre el contexto de desarrollo más cercano al individuo en
las primeras etapas: la familia.
Cuando el trastorno ya está
presente o hay algunos síntomas incluimos el masaje infantil dentro de su
vertiente asistencial, dados sus múltiples beneficios.
El potencial genético con
el que cada uno venimos al mundo es de enorme relevancia, pero todo potencial
orgánico en desarrollo puede ser reducido o aumentado por variables
ambientales. El ser humano, dada la inmadurez con la que viene al mundo y que
presenta durante sus primeros años de vida, es un ser dependiente de los demás.
Fundamentalmente durante los primeros momentos de su desarrollo, necesita la
presencia de los adultos para conseguir su madurez individual y social así como
para la optimización de sus potencialidades,... pero NO cualquier presencia es
suficiente, ha de ser de calidad (Linares y Rodríguez, 2004).
La familia es considerada
hoy en día como uno de los contextos de desarrollo más importantes para las
personas que componen esa estructura y juega un papel primordial en el proceso
de potenciación de todos sus miembros. Es el primer entorno natural en el que
se forman y evolucionan no sólo los pequeños sino también los adultos dado el
carácter afectivo-relacional-global de ese contexto (Linares y Rodríguez,
2004).
La familia, además,
constituye sin duda una importante vía de detección, pues en muchas ocasiones
son los propios padres, o personas cercanas al niño, los que en la interacción
diaria con su hijo en su contexto natural puede observar que existe una
diferencia o desviación entre el comportamiento e su hijos y el de otros niños
(L.B.A.T. 2000).
Desde la teoría del apego
de Bowlby (1969) se defiende la idea de que el establecimiento de vínculos
seguros en la infancia promociona la salud física y psicológica, y el bienestar
de la persona a lo largo de su desarrollo.
La teoría del apego parte
de la idea de que todos los seres humanos vienen al mundo con la necesidad de
lograr la proximidad y el contacto con sus congéneres, con el objetivo de
asegurar la supervivencia del individuo en desarrollo. Aunque el neonato ya
busca la proximidad y el contacto con el adulto, no se puede constatar la
presencia de ningún lazo emocional especial entre el bebé y su cuidador.
El apego es la
vinculación afectiva resultado de un proceso marcado por las sucesivas
interacciones y encuentros que el niño mantiene con los adultos que lo cuidan.
La mayoría de autores consideran que ese lazo afectivo se encuentra establecido
en torno a los 12 meses de edad.
No obstante, no sólo es
necesario que el niño tenga oportunidad de interactuar con sus cuidadores,
también requiere que el niño adquiera diferentes competencias en el área
cognitiva, social y emocional.
El proceso normal de
formación del apego se ha descrito en 4 etapas: entre el momento del nacimiento
y los 6 años. Es en toda esta etapa donde el masaje infantil puede ayudar, dada
la proximidad que provoca y su natural estimulación, a fomentar el apego entre
adulto y bebé. Será principalmente en las primeras etapas (en la fase inicial
de preapego, entre 0-2 meses, y en la fase de formación del apego, entre 2-6
meses) donde el masaje encontrará un lugar primordial, al ser en estas edades
donde a los padres les suele resultar más fácil de aplicar.
Asimismo, debemos aclarar
que dentro de los distintos patrones de apego que se pueden establecer,
pretendemos establecer el de tipo “seguro”, siendo conscientes de que también
dependerá de otros muchos factores relacionados con el cuidador, con el propio
niño y con el contexto más y menos próximo a éstos (Belsky, 1999, recogido en
Martínez Fuentes, 2004).
Voy a comentar las ventajas
del masaje infantil como herramienta de prevención e intervención en las
primeras etapas.
*
Es una herramienta muy sencilla pero a la vez muy completa de valoración de las
capacidades del niño que a la vez permite prevenir e intervenir en los posibles
problemas de desarrollo en todas las áreas: en la esfera física/ fisiológica,
motriz, perceptivo-cognitiva/ manipulativa, lenguaje y comunicación, autonomía
y relación social, emocional y autorregulación.
*
Con ciertas precauciones y variaciones se puede aplicar de forma muy temprana
(desde los primeros días).
*
Accesible a todos los niveles socio-económicos: no es difícil de realizar y no
requiere un nivel educativo concreto, es relativamente fácil conseguir un
entorno adecuado. Apenas se necesitan recursos materiales: no requiere
tecnología.
*
No requiere mucho tiempo: aspecto importante dado el ritmo actual de nuestra
sociedad occidental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario