Autora: Pilar
Estévez Casellas, Terapeuta de APSA.
Es un Trastorno de la Conducta Alimentaría, se caracteriza porque se realiza una ingesta recurrente de alimentos en un breve espacio de tiempo y en una cantidad mayor a lo que gran parte de las personas ingerirían (por eso se llaman atracones). El sentimiento de culpa que conlleva esta ingesta desproporcionada de alimentos lleva a la persona a la provocación de vómitos, uso de laxantes, fármacos, ayuno y exceso de ejercicio. Todo ello con el objetivo de que el atracón no provoque un aumento de peso ya que existe un intenso temor a engordar.
Esta conducta puede dominar la vida diaria del enfermo y dificultar sus relaciones e interacciones sociales. Habitualmente las personas que padecen esta enfermedad ocultan este comportamiento y no suelen querer buscar ayuda. Pueden tener un peso normal o, incluso cierto sobrepeso, como consecuencia de sus conductas alimentarías inadecuadas. El miedo intenso a engordar y la falta de control sobre la alimentación condicionan su estado anímico y mental, pudiéndose desarrollar procesos depresivos.
La bulimia nerviosa comienza con mayor frecuencia
durante la adolescencia, por lo que seria una etapa de riesgo para padecerla.
Vamos a comentaros los síntomas más habituales que poseen las personas que padecen una bulimia nerviosa:
- Atracones de forma recurrente acompañados de una sensación de falta de control respecto a la ingesta (pensamientos de no ser capaz de parar de comer).
- Autoprovocación de vómito después de la ingesta, uso de laxantes, diuréticos….
- Periodos de ayunos o dietas rigurosas para compensar los atracones.
- Ejercicio excesivo.
- La menstruación se vuelve irregular o puede desaparecer (amenorrea).
- Problemas de estreñinimiento y enfermedades gastrointestinales.
- Cambios de humor frecuentes y depresión.
- Frecuentes cambios de peso y distorsión de la imagen corporal.
- En muchas ocasiones, el aspecto físico es aparentemente saludable lo que hace más problemático detectar la enfermedad.
- Dolor muscular y fatiga
- Irritación crónica de la garganta o pérdida de algunos dientes debido a la repetida provocación del vómito e inflamación de las glándulas salivares.
Si tenemos sospecha de que nuestro hijo/a padece esta enfermedad debemos llevarlo/a a una consulta donde haya un equipo multidisciplinar de profesionales especializados que atiendan todos los aspectos de la enfermedad.
En un inicio serán necesarios cuidados médicos dirigidos a eliminar las consecuencias físicas producidas y reestablecer unos hábitos alimenticios saludables.
Una vez se haya reestablecido el equilibrio físico necesario, se puede empezar a tratar los problemas psicológicos que van ligados a la enfermedad, y son profesionales de la psicología o la psiquiatría quienes se ocupan de ellos.
Es fundamental también recibir asesoramiento nutricional desde las primeras etapas del tratamiento para prevenir las recaídas.
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