Los celos pueden definirse como un estado subjetivo caracterizado por una
sensación de frustración al creer que ya
no somos correspondidos emocionalmente
por las personas queridas (padres, parejas...) o, al
menos, con la intensidad y frecuencia que deseamos o necesitamos.
En la infancia es habitual la aparición de celos tras el nacimiento de un
hermanito. En cierto modo, el niño se protege y reclama seguir teniendo la misma atención que se le dispensaba
antes y que ahora tiene que ser compartida.
POSIBLES CAUSAS
DE CELOS ENTRE HERMANOS
Normalmente, se atribuyen las causas
de los celos infantiles, en especial en aquellos que se dan entre hermanos, a factores ambientales y evolutivos. Sin embargo, hoy sabemos, de
la existencia de ciertas características del temperamento en niños que van a ser muy relevantes en la posible
aparición de la conducta celosa. Estos factores, que podrían ser de tipo
genético, predispondrían a desarrollar este tipo de conductas con mayor
probabilidad e intensidad, configurando en el tiempo una personalidad
celotípica que se seguiría manifestando en la vida adulta con parejas
sentimentales o compañeros de trabajo, entre otros.
Algunos estudios
avalan la hipótesis de que los niños de temperamento sensible, detallista,
metódico, con esquemas bastante rígidos y poca tolerancia a los cambios (de
casa, de escuela, de educadores, etc.), a veces con poca capacidad para
expresar con palabras sus sentimientos (en el caso de los niños mayores de 4
años), tendrían más posibilidades de
desarrollar un trastorno de celos ante la llegada de un hermano.
Los celos son
normales dentro del curso evolutivo del niño y a edades tempranas tras el
nacimiento de un hermanito (a partir de 2 años hasta los 4 o 5 aproximadamente). La etapa más sensible es cuando la llegada
del hermano se produce durante la fase de apego.
Se considera que tienen un valor adaptativo en cuanto es un sistema de
regulación del niño para afrontar una nueva situación. Lo habitual es que vayan desapareciendo o reduciéndose a medida que el
niño se hace mayor.
En algunas ocasiones, cuando estos celos son persistentes en el tiempo,
frecuentes, de cierta intensidad y cursan con malestar significativo en la
relación familiar es cuando podemos encontrarnos con los celos patológicos que
sí pueden asociarse a ciertos factores internos del propio niño, entre otras
causas.
Los celos entre
hermanos pueden darse en los dos sentidos, es decir del hermano mayor hacia
el menor y viceversa. En el primer caso suelen aparecer conductas regresivas
(conductas infantiles de imitación del hermano pequeño, enuresis secundaria,
etc.) y en el segundo, los celos se dan en el sentido de identificarse con el
hermano mayor que le sirve de modelo al tiempo que reivindica los derechos y
privilegios que se le otorgan por su edad más avanzada.
Los estilos
educativos de los padres, así como el
clima familiar son también factores importantes a tener en cuenta. En
aquellos hogares donde los padres adoptan un estilo abierto, comunicativo, de
igualdad de trato (dentro de cada edad), de afecto compartido, sin establecer
comparaciones entre hermanos y sabiendo destacar lo mejor de cada uno, es donde
se pueden minimizar los riesgos de celos.
Cuando la atención hacia los hijos es asimétrica puede
potenciarse la aparición de los celos. Sucede que hay niños más extrovertidos,
alegres o con mejores recursos sociales que suelen acaparar la atención con
mayor facilidad que alguno de sus hermanos. Es normal, en estas situaciones,
que estos niños reciban de forma natural mayor atención de las otras personas.
Algunos estudios avalan la hipótesis de que cuando existe
una buena relación afectiva padre-hijo antes
del nacimiento del hermano se minimiza el riesgo de conflicto posterior con la
madre por motivos de los celos.
Igualmente señalar que puede ser un factor de riesgo
desencadenante el estado anímico y emocional de la madre tras el parto. Si se
dan cambios importantes en su comportamiento o hábitos (cansancio, estrés
post-parto, depresión, etc.) pueden afectar al niño que relaciona los cambios
negativos con la llegada del hermano.
SIGNOS DE ALARMA
·
Cambios de humor no justificados.
·
Lloro frecuente sin motivo. Tristeza acompañada de manifestaciones
verbales de no sentirse suficientemente querido.
· Aparición de nuevas conductas (no
presentes hasta la llegada de un hermano o ya superadas) normalmente
desadaptadas con el simple motivo de llamar
la atención de los padres (pipi en la cama, negarse a comer, agresividad
injustificada hacia objetos o animales, comportamiento social anómalo, etc.).
· Cambios en la expresión verbal y gestual. Vuelta a un lenguaje más infantil con presencia de
gestos inmaduros como chuparse el dedo.
· Alteraciones en los patrones de comida (menos apetito o
más selectivo con los alimentos, rechazando platos antes preferidos o se le
tiene que dar la comida) y sueño (insomnio, despertar nocturno, solicitar
dormir con los padres, etc.)
· Negativismo, terquedad, dificultad para obedecer.
En los casos más extremos: oposicionismo, agresividad manifiesta y actitud
desafiante hacia padres y compañeros.
PAUTAS DE INTERVENCIÓN
La mejor forma de regular los celos es intentando conocer
cuál es el origen de los mismos. Deberemos tener en cuenta la historia previa del niño, su edad,
circunstancias, etc. También es importante diferenciar entre la aparición
repentina de los celos o un temperamento o personalidad celosa.
Una vez identificados los celos, los padres y demás
familiares relevantes deberán consensuar
una estrategia común para ayudar al niño.
A nivel general exponemos una serie de orientaciones para minimizar las conductas celosas
entre hermanos:
·
Establecer un equilibrio en el trato a
los diferentes hermanos de forma que no haya un trato de preferencia hacia
ninguno de ellos ni se establezcan comparaciones.
·
Siempre es más eficaz alabar los
aspectos positivos que recriminarle los negativos.
·
Aumentar el tiempo en actividades y juegos de toda la familia es buen método para mejorar la comunicación y estrechar lazos.
· Responder con tranquilidad a los episodios celosos, sin
estridencias ni recriminaciones, comunicarle al niño nuestra decepción por su
comportamiento y dejar de prestarle atención. Posteriormente cuando se
tranquilice y, según la edad, podemos intentar razonar lo ocurrido y darle la
atención emocional. No obstante, “razonar” con el niño celoso (aunque tenga
edad suficiente para comprender nuestros argumentos) no funcionará siempre.
Debemos entender sus conductas como síntoma de un malestar y no desde la
perspectiva adulta.
·
La relación entre hermanos tiene su
propio ciclo de desarrollo. Si el clima familiar es emocionalmente estable y
equilibrado, los celos puntuales, normalmente
son superados y no presentan mayores problemas.
Autora: Concha Sánchez-Bretaño Herrera, Psicóloga-Logopeda (nº.Col.
PV-401).
Psicóloga Emerita del Centro Ocupacional Terramar de APSA.
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